Los desbalances energéticos constituyen un problema que se asocia con la rentabilidad de la lechería y el bienestar de las vacas. Estudios realizados recientemente en Chile indican que estos trastornos afectan frecuentemente a los rebaños lecheros, por lo que es vital entender el por qué se producen para poder prevenirlos y controlarlos efectivamente.
El balance energético negativo (BEN) corresponde a un déficit de energía que se produce cuando las vacas utilizan más energía para satisfacer sus requerimientos de producción y mantención de la que obtienen a partir de su alimento. Normalmente el BEN ocurre durante el inicio de la lactancia, debido a la disminución en el consumo de materia seca en el preparto que impide cubrir las mayores demandas energéticas para la producción de leche en el postparto. No obstante, también puede presentarse en otros momentos, asociado a factores como enfermedad, ambiente inapropiado o dietas pobremente formuladas.
En respuesta al BEN, y como parte del mecanismo de adaptación normal de las vacas, se produce una movilización de grasa desde el tejido adiposo, dando como resultado la liberación de ácidos grasos no esterificados (NEFAs). Los NEFAs pueden ser utilizados directamente como fuente de energía por otros tejidos, como músculo, y para la síntesis de grasa láctea en la glándula mamaria. Además, alrededor del 15-20% de los NEFAs que circulan en la sangre son transportados al hígado, en donde pueden ser 1) completamente oxidados, con el fin de proporcionar energía a las células hepáticas, 2) parcialmente oxidados, produciendo cuerpos cetónicos (acetona, acetoacetato y beta-hidroxibutirato [βHB]), los cuales actúan como una fuente alternativa de energía en ciertos tejidos o 3) esterificados a triacilgliceroles (TAGs), que pueden ser almacenados en el hígado o exportados como lipoproteínas de muy baja densidad (VLDL) a otros tejidos, como por ejemplo la glándula mamaria, en donde son usados para la síntesis de grasa láctea (Figura 1).
Lamentablemente, cuando las concentraciones de NEFAs que llegan al hígado son excesivas, como ocurre por ejemplo en el período periparto producto del BEN, estrés y cambios hormonales asociados al parto e inicio de la lactancia, la capacidad de la vaca para exportar los TAGs a través de las VLDL se ve sobrepasada y, por lo tanto, estos se acumulan en el hígado. Esto se debe a que la síntesis y exportación de las VLDL depende de colina, un nutriente que es ampliamente degradado por los microorganismos ruminales cuando es aportado en la dieta en una forma no protegida y que la vaca no es capaz de sintetizar en cantidades suficientes en períodos de gran demanda. Por este motivo, los rumiantes tienen una limitada capacidad para transportar los TAGs fuera del hígado y son susceptibles a padecer lipidosis hepática (hígado graso) como consecuencia de la movilización de grasas. En relación a este trastorno metabólico, Jorritsma et al. (2001) observaron en 9 lecherías de Holanda que 54% de las 218 vacas evaluadas presentaron lipidosis hepática moderada (infiltración de TAGs de 5-10%) a severa (TAGs > 10%) entre los días 6 a 17 después del parto.
Adicionalmente, cuando el hígado es expuesto a elevadas cantidades de NEFAs, la ruta de metabolización a través de la oxidación completa se satura. De esta forma los NEFAs son oxidados parcialmente, lo que conduce a un incremento en las concentraciones sanguíneas de cuerpos cetónicos que puede provocar cetosis clínica o subclínica.
Por lo tanto, una cierta concentración de NEFA y βHB en la sangre es parte de la adaptación normal de las vacas al BEN. No obstante, concentraciones elevadas nos indican una excesiva movilización lipídica que, dependiendo de su intensidad y duración, puede incrementar el riesgo de enfermedades metabólicas como la lipidosis hepática o cetosis, disminuir la producción de leche, conducir a un pobre desempeño reproductivo y provocar finalmente una eliminación temprana del rebaño. Todos estos eventos tienen un importante impacto en el bienestar de las vacas y en la rentabilidad de la lechería.
Desbalances energéticos en vacas lecheras en Chile
En Chile, la presentación de desbalances energéticos en vacas lecheras ha sido evaluada en algunos estudios. Weschenfelder et al. (2010) determinaron y compararon la ocurrencia de BEN en rebaños lecheros en dos períodos de tiempo (entre los años 1986-2002 y 2003-2010) y en dos etapas del ciclo productivo de la vaca (preparto y lactancia). Para esto, analizaron las concentraciones de βHB obtenidas en perfiles metabólicos realizados a grupos de vacas ubicados entre las regiones del Bío Bío y Los Lagos. Los resultados indicaron que en ambos períodos el BEN fue más frecuente en las vacas en lactancia en comparación con las preparto, observándose además un incremento en su presentación en el período 2003-2010 (P<0,05). Según los investigadores, esto estaría asociado a la introducción de genética de vacas de alta producción en los últimos años, lo que predispone a la presentación de BEN debido a que estas vacas tienen mayores requerimientos nutricionales para la producción láctea que, en ciertas ocasiones, no son cubiertos por la dieta.
En el caso de la cetosis subclínica, Sepúlveda et al. (2015) describieron su incidencia en vacas lecheras a pastoreo durante las 3 primeras semanas de lactancia. En este estudio las concentraciones de βHB se determinaron semanalmente en 307 vacas, procedentes de 6 lecherías localizadas en las cercanías de Osorno durante la temporada de partos de primavera. La presentación de cetosis subclínica se estableció cuando en al menos 1 de las 3 muestras obtenidas para cada vaca las concentraciones de βHB fueron ≥ 1,2 mmol/L. La incidencia total de cetosis subclínica en el estudio fue de 17%, siendo un problema común en el período de transición postparto al afectar a 51 de las 307 vacas evaluadas. Por otro lado, la incidencia en los predios fluctuó entre 8% y 26%, lo que probablemente fue consecuencia de las diferencias en el manejo nutricional de los rebaños (Figura 3). Finalmente, al considerar el número de partos, se observó que este desbalance se presentó en mayor medida en las vacas multíparas comparado con las vacas de primer parto.
En relación con estos resultados, es importante tener en cuenta que McArt et al. (2012) describieron que el tiempo de resolución de la cetosis subclínica es de 5 días, por lo que determinar las concentraciones de βHB con una frecuencia menor a 2 veces por semana, como ocurrió en este estudio, podría conducir a que su incidencia real sea subestimada. Por otro lado, Ospina et al. (2010) establecieron que en aquellos rebaños lecheros en los que más de un 15% de las vacas postparto tenían cetosis subclínica, el riesgo de las vacas de presentar desplazamiento de abomaso y cetosis clínica aumentaba. Además, estos rebaños tuvieron un mayor intervalo parto-concepción y produjeron menos leche en comparación con aquellos en donde el porcentaje de vacas con cetosis subclínica era menor. Es por esto que las incidencias observadas por Sepúlveda et al. (2015) en algunos de los predios constituyen una señal de alerta para la salud, productividad y bienestar de las vacas lecheras.
En resumen, la movilización de grasas en vacas lecheras se produce principalmente en respuesta al BEN y puede generar lipidosis hepática y cetosis. En Chile, la presentación de BEN en vacas preparto y en lactancia ha aumentado en los últimos años, mientras que la incidencia de cetosis subclínica en las lecherías alcanza en ciertas ocasiones valores preocupantes. Por estos motivos, la implementación de distintas estrategias para su prevención y control es fundamental.